domingo, 7 de junio de 2009

SI SUPIERAS...

Si supieras…
Si supieras lo que me evoca tu nombre, tu imagen…tu recuerdo…, ya no encuentro una sola señal que me traiga la esperanza de que lo nuestro tiene algún sentido seguir viviéndolo, me siento igual de sola cuando estás como cuando te vas, cada día me pregunto qué es lo que me hace seguir contigo y siempre encuentro la misma respuesta: Los sueños, la imagen que he creado de ti…es tan diferente a lo que mis sentidos perciben al tratarte, al verte día a día, quién es esa que me persigue en los sueños, que me ata a ti.
Siempre que me miras te vuelvo a echar de menos, dónde estás ¿te he llegado a conocer alguna vez? Sigo envuelta en esta melancolía que me tiene atada de pies y manos, no me deja avanzar; ahora estarás pensando en todo eso que te hace tan feliz, me alegro tanto de que lo seas pero no sabes lo que me entristece que yo no sea la causa de esa felicidad, que hayas encontrado ese fin último tan buscado por todos y que yo no haya aportado nada para que lo encuentres; creo que en tu vida ya no valgo para nada, lo tienes todo, solo soy quien te espera o mejor dicho quien espera a esa persona de mis sueños que no sé porqué habita detrás de tus ojos, puedes ser feliz sin mi así que no tendría sentido que siguieras a mi lado, junto a una persona que ha perdido su utilidad en tu vida.
Me siento tan inútil, cómo no he podido ser capaz de llenar tus vacios, qué es lo que he hecho mal.
Otro hora día si ti y otro motivo que se suma, cuando vuelvas volverás a llenar el silencio de la habitación pero esta no recordará mi voz.
Creo que tú también lo sientes, pero presa de mi tristeza no te atreves a decírmelo.
¿Te enseño esta carta o la dejo pasar? Yo soy la única cobarde de las dos, me tiene presa el miedo, el miedo a que sea cierto todo esto que escribo.
Siento que ya no formo parte de tu vida, cada día me siento un poco más lejos de ti, sin darte cuantas me has dejado como a un viejo muñeco roto en un cajón. Sí, es verdad, soy una infeliz, te envidio, tengo que dejar de lamentarme, no soluciono nada si sigo llorando tu ausencia, hay que ser realistas, solo soy unos metros de tu camino.
Da igual que me quede o que no me quede, se que te es indiferente como el color de la camiseta que te pongas mañana o lo que decidas comer.
No creo que me quieras como se quiere a alguien al que amas, creo que me aprecias por el tiempo que hemos convivido juntas, creo que no debería, si me amaras, necesitar que me necesites…
Y ahora lo entiendo, es por eso que me amas, porque no me necesitas, esa es la respuesta, cuando amas a una persona la quieres por cómo es no porque la necesites para vivir. Porque puedes vivir sin mí no eres mi esclava, eres fuerte y quieres de una forma madura, sin ataduras, tu forma de amar te hace libre y soy yo la imbécil y nunca mejor dicho soy etimológicamente una imbécil, según la palabra de raíz griega eran esas personas que necesitaban un bastón, un apoyo para poder andar, así me he comportado contigo, como si necesitara de tu apoyo para vivir, como una coja de la vida que no puede valerse de sus piernas.
Si supieras lo que me evoca tu nombre, tu imagen…tu recuerdo…

La Questión es la VIrtud

Cuando una entidad realiza su función propia, pero no de cualquier manera sino de un modo perfecto, entonces de dicha entidad decimos que es virtuosa o buena.
Es importante observar que según este punto de vista cabe hablar de virtud en un sentido muy amplio (a diferencia del modo actual de hablar que restringe la virtud al ámbito de las costumbres y la práctica moral). Nosotros utilizamos la palabra virtud y bondad en ciertos contextos de un modo parecido al griego, como cuando hablamos de un buen cuchillo para designar el cuchillo que corta ―es decir que es capaz de realizar su finalidad―, pero no de cualquier manera sino bien. En la noción aristotélica de virtud son importantes los conceptos de naturaleza y de finalidad: la virtud de un objeto tiene que ver con su naturaleza y aparece cuando la finalidad que está determinada por dicha naturaleza se cumple en el objeto en cuestión. Aristóteles muestra en “Ética a Nicómaco”, que la virtud humana no puede ser ni una facultad ni una pasión sino un hábito. Que sea un hábito quiere decir que aparece no por naturaleza sino como consecuencia del aprendizaje, y más exactamente de la práctica o repetición. La práctica o repetición de una acción genera en nosotros una disposición permanente o hábito ―de ahí que la tradición aristotélica hable de una segunda naturaleza para referirse a los hábitos― que nos permite de forma casi natural la realización de una tarea. Los hábitos pueden ser buenos o malos; son hábitos malos aquellos que nos alejan del cumplimiento de nuestra naturaleza y reciben el nombre de vicios, y son hábitos buenos aquellos por los que un sujeto cumple bien su función propia y reciben el nombre de virtudes.

Aristoteles decia...

Todos los seres naturales y artificiales tienen fines, fines que están definidos a partir de lo que son en acto, a partir de su esencia y forma, y a cuya realización aspiran.

Llamamos fin al término de una acción, al acabarse una actividad; pero en la filosofía aristotélica el sentido más importante de este concepto es otro: fin como aquello en virtud de lo cual se hace algo, como el motivo o finalidad de una acción. La noción de fin es muy importante en la física y ontología aristotélica pero también está presente con claridad en su antropología y en su ética. Así, por ejemplo, la teoría de la virtud se construye a partir de la reflexión relativa a la finalidad propia del alma humana y de sus partes, al igual que la concepción de la felicidad como el fin último de la actividad humana.

Aristóteles defenderá la existencia de un fin final cuya realización es el máximo y principal afán humano y que hace que "el deseo no sea vacío y vano", y llamará felicidad a dicho fin.